un sostén emocional para los pacientes ingresados
VOLUNTARIADO

REVISTA Nº 146 – marzo 2022

Una década en los zapatos del otro

Margarita Medarde Agustín nació en el seno de una familia de médicos. “Mi padre se trasladó desde La Rioja a León para trabajar en el Instituto de Higiene, que estaba en la avenida Independencia, y aquí nací yo”, precisa Marga, como así le llaman cariñosamente, sobre unos orígenes que explican, en cierto modo, su inclinación hacia un acompañamiento hospitalario que ha dado un mayor sentido a su vida. 

Esta voluntaria atesora una década de experiencia en una forma de voluntariado, al que llegó en enero de 2012 para “sacar lo mejor” de sí misma y en el que ha encontrado una oportunidad para empatizar, para ponerse en los zapatos de otras personas y actuar para ayudarlas.

“El último paciente al que visité antes del confinamiento, un hombre más joven de lo que habitualmente estamos acostumbrados a ver en San Juan de Dios, estaba enfermo, pero sobre todo muy torturado por su pasado. A lo largo de nuestras conversaciones, me di cuenta que, aunque físicamente cada vez estaba peor, sentía mucha más paz”, indica. Y es que, en sus propias palabras, “cuando hallas puntos de conexión y consigues que se olviden por un rato de sus problemas, sales de la habitación flotando”.
Marga no oculta que a veces, “las menos”, se ha encontrado con reticencias de pacientes y familiares. Pero, por lo general, tantos unos como otros lo agradecen porque necesitan que les escuchen, “sobre todo aquellos enfermos que se encuentran en habitaciones de aislamiento y tienen menos soporte emocional”. “Recuerdo a una señora que, pese a recibir la visita de su prima, se desahogó mucho conmigo tras perder a un hijo a causa de las drogas”, expone. Y es que un terreno neutral, que permite escuchar y escucharnos, es clave para poder reconciliarse con la vida.

Tras estudiar en la Universidad de Santiago y en la Complutense de Madrid, donde se licenció en Historia del Arte, Marga se fue recién iniciada la década de los 70 a Derry, una ciudad de la Irlanda del Norte, con la idea de aprender inglés. Pero su marido, un profesor de español, hizo que se mudara a la República de Irlanda, a Buncrana, un pueblo del Condado de Donegal, y que quedara allí muchos años. “Pedí un puesto de ‘assistant teacher’ y me dieron ese destino en plena explosión de violencia política en el país”, pone de relieve en relación a un conflicto armado interétnico nacionalista que provocó gran número de muertes durante la segunda mitad del siglo XX.

Hace doce años decidieron volver a España, donde viven a caballo entre León y Valgañón, un municipio situado en la comarca de La Rioja Alta, donde Marga –que tiene tres hijos en el extranjero- ha pasado todos los veranos de su infancia. “De noviembre a mayo procuro venir dos días a la semana, a razón de dos horas, para compensar el tiempo que no estoy”, señala una mujer que, durante sus años en Irlanda del Norte, hizo voluntariado en un Citizen Information Centre. Ahora Marga, que también echa una mano de manera puntual en Cruz Roja, solo espera volver más pronto que tarde a una normalidad sin mascarilla ni distancia social.

Margarita Medarde Agustín

Voluntaria

Hospital San Juan de Dios de León