un sostén emocional para los pacientes ingresados
VOLUNTARIADO

REVISTA Nº 145 – DICIEMBRE 2021

El voluntariado como antídoto contra la soledad

El primer paso para combatir la soledad es entenderla. Carmen Carrera de Vega, que siempre ha sentido debilidad por las personas mayores, se dio cuenta en el Hospital Monte San Isidro, centro en el que su padre, asfixiado por una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), estuvo ingresado en varias ocasiones, de que “mucha gente moría sola”. “Me pareció muy triste”, pone de manifiesto una mujer que desde hace cinco años se ha entregado en San Juan de Dios a un voluntariado cuya base es la Hospitalidad.

Anteriormente Carmen, natural de Villacalabuey (Villamol, León), desarrolló esta faceta de su vida en la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer de La Bañeza y Comarca (AFA La Bañeza) donde, según confiesa, “al segundo día se quería ir” por la dureza que supone enfrentarse a la pérdida de lo más valioso que tiene el ser humanos: sus recuerdos. Sin embargo, pasado el “susto”, como así lo denomina, nunca más ha vuelto a pensar en tirar la toalla. No va con ella. En este sentido, y a pesar de lo manido de la frase, asegura, aferrada a la medicina de sentirse útil, que “una recibe mucho más de lo que da”. 

“Me he llevado algún corte de algún paciente ingresado y me he ido de su habitación hecha polvo, pero la mayoría de las veces salgo súper contenta de aquí”, según explica. Porque el acompañamiento a enfermos, a veces crónicos o terminales, llena vacíos que no se podrían cubrir de otra manera. “Me he encontrado con casos que no se quieren ir, que quieren alargar su estancia en el Hospital, porque no tienen a nadie y no saben cómo se las van a apañar solos”, apunta sobre una problemática social que es amplísima. “Viven en casas sin ascensor o tienen una situación económica complicada. Su vida no es de color rosa”, según apostilla. Y a ello se suma la pérdida de autonomía.

Con algunos pacientes ha pasado muchas tardes de habitación y pasillo. Ahora desde abril de este año, mes en el que se ha jubilado, también mañanas. Aunque Carmen, que es una mujer muy activa, compagina el voluntariado en San Juan de Dios con clases de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas (EOI), sesiones del club de lectura en la Biblioteca Municipal de Pinilla, visitas a su tía de 85 años y unos viajes al extranjero que está deseando volver a disfrutar. 

“Quieren que les escuches, un rato de compañía”, afirma sin dejar pasar por alto el tacto, uno de los sentidos más afectados por la pandemia de COVID-19. “No poder tocarles complica las cosas para llegar a ellos”, indica en relación a unos apretones de manos y unos abrazos rotos que se han convertido en actos de imprudencia. Pero no solo eso. Las mascarillas dificultan la comunicación con aquellas personas que tienen un déficit auditivo. Así, en el lugar donde la esperanza convive con el sufrimiento humano, la vida se ha vuelto más frágil, más desoladora. Un contexto en el que el voluntariado no deja de ser un bálsamo emocional.

Carmen Carrera de Vega
Voluntaria
Hospital San Juan de Dios de León