
REVISTA Nº 146 – MARZO 2022
Hospitalidad tóxica
Ha pasado el tiempo y he seguido en el recuerdo con la frase “tiempo perdido”. Para mí es importante recordarlo, pues creo que seguimos necesitando, cuando tanto se habla de la “cultura del cuidado”, esa fuerza de la vida frágil que en la cercanía te ayuda a contar en el futuro que ese tiempo nunca fue perdido, sino lección de vida..
Es una frase, como otras muchas que oímos y decimos. Es también esa que oímos y leemos, “la hospitalidad que te cuida”. Frases que contienen vida y a las que hay que llenar de vida. Son frases de recuerdo permanente, de ánimo para valorar el trabajo, pero puede ser también de alerta: “la hospitalidad nunca puede ser tóxica”.
¡Es posible que en ocasiones domine el desánimo y flaqueen las fuerzas. Ya hace mucho tiempo que un compañero (ya fallecido) me dijo, “mira Abilio, aquí cada uno va a lo suyo”. Pero no. En esos espacios del aparente tiempo perdido, entre la fragilidad y el deterioro, hay belleza cargada de lecciones de vida.
Los espacios de la enfermedad y del dolor no son el lugar donde dos cuerpos se encuentran, uno para cuidar y el otro para dejarse cuidar, sino el encuentro con el corazón de una persona que tiene su cuerpo enfermo, dolorido y muchas esperanzas entre nubarrones.
El tiempo vivido de pandemia ha podido ser, bueno, ha sido una escuela de vida en la que hemos valorado ciertas cosas que habían perdido su importancia. Cuando las visitas se restringían para entrar en los hospitales, se alzaba un grito del derecho a ser acompañados, poníamos en valor el acompañamiento en la enfermedad, en el final de la vida y en el duelo.
Ha sido un tiempo que nuestra vida se ha abierto a la reflexión. El precio ha sido alto, como la subida de los precios y el encarecimiento de la misma vida. Quienes han pasado por esa experiencia, y han sido muchos, acompañando soledades y sintiendo la soledad en el acompañamiento lo cuentan: “Ha sido muy duro y he pagado un precio alto, pero me ha enseñado mucho de la vida”.
He pasado gran parte de mi vida en estos lugares, rodeado de enfermedad, de sufrimiento, de deterioro, de muerte. Reconozco que no es fácil. Pisar barro te embarra y ser pastor te impregna de olor a oveja. Probablemente sea algún contagio del entorno, pues hay recuerdos bonitos, pero no son palabras mías, son palabras de quien vuelve y, después de habérsele soltado alguna que otra lágrima, te regala una sonrisa agradecida y llena de cariño.
Estos días, leyendo a mi amigo José Carlos, he aprendido que él lo dice mejor: “La belleza, la elegancia, la dignidad, pueden impregnar los procesos en los que parecería que lo presente (deterioro y muerte) es lo más contrario a lo elegante, estéticamente amable y atractivo. … Se puede encontrar la elegancia en el vivir el morir y en el acompañar cuando se consiguen conjugar verbos sabrosos de la vida como agradecer, perdonar, despedirse o acariciarse, sabiendo que son compasivos”. Es verdad que él lo escribía al contar su pasión por paliar el dolor y sufrimiento en todo momento y especialmente en el deterioro, promoviendo siempre la dimensión estética de la vida.
Preocupado por dar espacio al tiempo perdido y embellecer cualquier rincón de la vida he seguido leyendo y revisando papeles.
Me he encontrado, entre los papeles a releer, la carta del Superior General en la que comunica un año de júbilo para la HOSPITALIDAD. “Desde el 1 de enero de 2022 al 1 de enero de 2023 celebramos el jubileo de los 450 años del reconocimiento de la Hermandad Hospitalaria de San Juan de Dios”.
La Hermandad Hospitalaria de San Juan de Dios, que empieza en los lugares del descarte que diríamos hoy usando palabras del papa Francisco, con pobres, enfermos (locos, aunque hoy sea políticamente incorrecta) conjugó los verbos sabrosos de la vida y comenzó la revolución de la Hospitalidad.
Han pasado los años, muchos, pero sigue siendo actual aquella inspiración carismática del Espíritu, que quiso que San Juan de Dios fuera protagonista de la Hospitalidad. Fue reconocida y acogida por la Iglesia en aquel momento histórico. Hoy 450 años después se nos hace una llamada a reavivar sus orígenes carismáticos recurriendo a la fuente, a los inicios del camino, a los primeros frutos de la Hospitalidad bien visibles en la vida de San Juan de Dios y de los primeros Hermanos.
Hay en estos años una larga historia. Muchas vidas entregadas, muchos dolores compartidos y muchas alegrías celebradas. Esta historia ha sido significativa para los lugares del cuidado y el acompañamiento.
“Es bonito imaginar –sigue el Hno. Etayo– la alegría y el entusiasmo vividos por nuestros primeros Hermanos, que acogieron la llamada a servir a los pobres y enfermos. Sus vidas vividas en la hospitalidad junto a los pobres, los últimos y los más vulnerables les convirtió en testigos creíbles del amor, tanto como para ser reconocidos y abrazados por la Santa Iglesia como una nueva comunidad religiosa bajo la regla de San Agustín”.
Hoy sigue siendo actual el ideal común de vivir en la caridad y compartir un ‘abitus’ que nos identifica como hermanos en la caridad. Esta característica, que nunca ha faltado en 450 años de historia, continúa aun en nuestras actividades carismáticas esparcidas por todo el mundo. Hoy se necesitan los valores de la Orden orientados por la Hospitalidad.
El texto de la bula dice que la Orden “es la flor que transmite belleza y da vida en la Iglesia a los frutos de la hospitalidad”. Los tiempos difíciles nos ofrecen una ocasión única para reavivar con fe y en esperanza la fraternidad y la hospitalidad heredadas de San Juan de Dios y el compromiso de seguir viviéndola con la misma fuerza y el mismo entusiasmo. Es el momento de salir con pasión a promover la Hospitalidad –saludable y sanante, no tóxica–, sintiendo la vida como regalo y el final con esperanza.
Abilio Fernández García
Servicio Atención Espiritual y Religiosa
Hospital San Juan de Dios de León