
REVISTA Nº 145 – DICIEMBRE 2021
Viviendo la fraternidad
Hace unos meses, leí un artículo muy interesante sobre el que fue el lema de la Revolución Francesa en 1789: «Libertad, igualdad y fraternidad» y sobre cómo estas tres palabras se trasladaron posteriormente a los ordenamientos jurídicos de los distintos países para llegar hasta nuestros días.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución del 10 de diciembre de 1948, recogió textualmente en su artículo primero esas tres consignas: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».
Sin embargo, la Constitución Española, aprobada treinta años después, se dejó uno de los tres principios por el camino, aunque añadió otros dos que seguramente en aquel momento se consideraron más importantes: «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político».
La palabra fraternidad procede del latín: «frater» que significa hermano y se define en el diccionario como la amistad o el afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales. Esta palabra no aparece ni una sola vez en nuestro texto constitucional y tampoco se ha traslado a leyes o normas de rango inferior, como sí ha ocurrido con la libertad y la igualdad y también con la justicia y el pluralismo político.
No obstante, afortunadamente la fraternidad está en vigor en nuestra sociedad, aunque practicarla no sea obligatorio por ley.
En las familias, quienes tenemos la suerte de tener hermanos, sabemos lo que es la fraternidad, ese cariño inmenso que se parece al de nuestros padres, pero que aporta además un grado de complicidad, entendimiento y ayuda superior porque procede de personas que están a nuestro mismo nivel de responsabilidad. Que no tienen la obligación de cuidarnos o ayudarnos y aun así lo hacen y nosotros lo hacemos con ellos en una reciprocidad innata.
Otro ejemplo se encuentra en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que es una institución eminentemente fraternal. Sus miembros viven juntos, compartiendo tiempos, tareas y oraciones. Ellos se denominan entre sí hermanos y el resto de personas que trabajamos junto a ellos (empleados, profesionales externos, voluntarios, …) les llamamos también así y somos tratados por su parte con ese mismo afecto.
Pero no solo dentro de las instituciones religiosas y dentro de las familias se practica la fraternidad, en las universidades, especialmente en las americanas, las hermandades son grupos de estudiantes que se reúnen para organizar fiestas, practicar deportes y realizar otras actividades de forma conjunta. Entre ellos, la amistad, el compañerismo y la ayuda mutua son principios que rigen su convivencia.
Desde la Comisión de Responsabilidad Social Corporativa del Hospital San Juan de Dios de León, además, procuramos que la fraternidad se extienda más allá de nuestros muros, de nuestros compañeros, pacientes y usuarios, fomentando que todas las personas puedan desarrollar ese tipo de comportamiento fraternal hacia sus semejantes (por estar dotados de razón y de conciencia), tal y como establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Cada año, desarrollamos proyectos de sensibilización dirigidos a todos los ciudadanos y les invitamos a colaborar, en la medida de sus posibilidades, en beneficio de los demás, especialmente de aquellos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad: personas mayores, con discapacidad, de otros países, infancia, víctimas de violencias, sin hogar… Y recibimos una respuesta, tal vez débil, al compararla con otros centros u otras organizaciones, pero muy importante para nosotros.
Los miembros de la Comisión enfocamos nuestras actividades desde una doble perspectiva, cerca-lejos, tratando de dar cobertura a las carencias de quienes viven en nuestro propio entorno, la provincia de León y también de quienes se encuentran en otros países y en otros continentes, pues colaboramos en la financiación de proyectos que elabora y pone en marcha Juan Ciudad ONGD en los centros de San Juan de Dios de todo el mundo.
Aprovecho estas líneas para invitaros a vivir la fraternidad, igual que vivimos la libertad y la igualdad, porque, como dijo el poeta: «Sentir el amor de la gente que amamos es el fuego que alimenta nuestra vida».
Mª Nieves Díaz Canedo
Comisión de Responsabilidad Social Corporativa
Hospital San Juan de Dios de León