
MÍRAME
REVISTA Nº 146 – MARZO 2022
Uno de la calle
“Siento pasión por la música clásica. La afición me viene de mi padre, que tocaba el oboe en la banda municipal”, asegura José, un hombre que ha llamado a la puerta del Hogar Municipal del Transeúnte de León en más de una ocasión. Su maestro, un profesor de piano del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid que acabó en Albacete como almacenista farmacéutico en tiempos de postguerra, le mostró los secretos de un instrumento melódico que le atrapó desde la tierna edad de tres años.
Siempre con buenas calificaciones, José acabó cuarto y quinto de Lenguaje Musical por su cuenta debido al párkinson que, desde hacía dos décadas, padecía su maestro. “Conseguí estudiar hasta sexto de Piano, pero abandoné los estudios de música a los 18 años y eso me costó un importante desencuentro con mi padre”, explica un hombre arrepentido del “gran disgusto” que le causó a su progenitor.
“Le amaba hasta los tuétanos”, confiesa José sin ocultar la mala relación que mantenía con su madre. “Hasta la mayoría de edad compaginé mi formación con el trabajo en el taller y la finca de manzanos que tenía mi padre, ya que tanto mis hermanos (dos chicas y otro chico) teníamos que dar ejemplo”, según expone. “Fue su perseverancia la que sacó a toda la familia de la oscuridad de la postguerra, aunque nadie se lo agradeció”, apostilla.
José, que se divorció a los tres meses de la muerte de su padre (“me casé a sabiendas de que aquello no iba a funcionar”) y recién operado de la columna vertebral (“tenía una hernia discal lumbar en las vértebras L4-L5”), estuvo trabajando de camionero unos años hasta solicitar la incapacidad: “Me la concedieron en 2007, el año que explotó la burbuja inmobiliaria”.
“Estuve cerca de ocho años viviendo de aquí para allá de alquiler, por diferentes zonas de España, hasta que acabé pernoctando en albergues y en mi viejo coche, que es lo único que tengo”, lamenta. Pero hace un año, según precisa, ha vuelto a coger las riendas de su vida, participando en itinerarios de formación, con el objetivo de asentarse y poder dedicarse algún día a su gran pasión: la música: “Solo me faltan algunas asignaturas para poder dar clases y sacarme el título de director de banda y orquesta”.
Una decisión en firme
“Mi decisión es firme ya que, desde que dejé los camiones, solo he trabajado ocho meses vendiendo lotería de la ONCE y tres semanas en una bodega, experiencias que no quiero volver a repetir”, señala José en una apuesta decidida por su buen oído para la música. “He lanzado la moneda al aire y espero, por mi propio bien, que salga cara por una vez en esta vida”, pone de relieve. Además, según confiesa, se lo debe a sus referentes, “gente trabajadora y honrada que vivieron unos tiempos en los que carecían de muchas de las cosas que hoy damos por sentadas, pero con mucha más humildad y humanidad de la que respira en la actualidad”. “Y esto os lo cuenta uno de la calle”, concluye.
J.L.G.
Usuario del Hogar Municipal del Transeúnte
Hospital San Juan de Dios de León