
REVISTA Nº 139 – JUNIO 2020
Alfonso Tascón Yugueros
Biólogo
El pasado 26 de enero Alfonso Tascón Yugueros (León, 1993) comenzó su aventura de 14.300 kilómetros en bicicleta en Monteverde (Costa Rica), con destino Ushuaia (Argentina), para explicar la complejidad de la crisis climática. Pero su viaje de 15 meses, que le iba a llevar por un total de ocho países a través de sus desiertos, montañas y selvas con el objetivo de filmar un documental con el que hace entender que “nuestro tiempo se agota”, se ha visto paralizado a consecuencia del avance del coranavirus Covid-19. Así, se ha visto obligado a hacer una pausa en el camino y se encuentra confinado en la Isla Colón, la principal del archipiélago de Bocas del Toro (Panamá), donde está formando parte de «un proyecto increíble». Su experiencia se puede seguir por Youtube en el canal ‘Of people and Earth’.
«Los líderes mundiales han demostrado ser incapaces de proporcionar soluciones a la actual emergencia climática y es necesario que la gente de a pie pase a la acción”, asegura. ¿Cómo podemos reconectar con La Tierra?
En primer lugar, superando la amnesia ecológica colectiva que sufre nuestra especie. El homo sapiens es el único animal que ha olvidado los vínculos que le unen al resto de seres vivos y su lugar en el ecosistema. Desde hace décadas, y en especial a partir de la revolución industrial, venimos desarrollando sociedades basadas en la explotación descontrolada de nuestros recursos naturales sin tener en cuenta los límites. Hemos creado sociedades globales ultra complejas, en las que actividades cotidianas como hacer la compra en el supermercado tienen un impacto dramático en nuestro entorno por todo lo que conlleva: producción, envasado, refrigeración, transporte… Necesitamos reeducarnos como sociedad para poder integrar nuestro modo de vida dentro de las posibilidades de la Tierra.
Su idea es compartir las historias de gente afectada por la crisis climática que ya ha empezado a actuar para mitigar sus impactos. ¿Qué lecciones le han dado hasta la fecha?
Que hace más el que quiere que el que puede. Desde el comienzo del viaje, he conocido a personas que han impulsado proyectos pioneros en sus comunidades partiendo literalmente desde cero. Y en todos los casos hay un patrón que se repite: son conscientes de los retos medioambientales a los que nos enfrentamos como sociedad y tratan de poner su conocimiento al servicio del bien común. Me he alegrado inmensamente de conocer a personas de edades y nacionalidades diferentes que no sólo han impulsado proyectos en pro de la conservación de la naturaleza, sino que la mayoría de ellos también tienen un claro enfoque social en el que tratan de involucrar a sus comunidades en el desarrollo de sus iniciativas. Estas personas están demostrando cada día que existen vías alternativas para fomentar la sostenibilidad y la mitigación del cambio climático y que, a la vez, sean capaces de ofrecer nuevas oportunidades.
El cambio climático podría hacer que las enfermedades infecciosas sean aún más difíciles de combatir en el futuro, advierte la OMS. ¿Somos realmente conscientes de ello?
Desafortunadamente, la mayor parte de la sociedad aún es ajena al reto sanitario global que presenta el cambio climático. Las alteraciones en la temperatura y la radiación pueden promover mutaciones en el material genético de distintos patógenos. Y esto, en combinación con los cambios en la frecuencia, distribución y volumen de las precipitaciones en forma de lluvia, deja escenarios en el que ciertos vectores animales como los mosquitos saldrán beneficiados. En zonas boreales se espera que el deshielo del permafrost libere virus y otros patógenos que llevan siglos congelados, y contra los que no hemos desarrollado inmunidad. Y, por supuesto, las sequías e inundaciones generan situaciones de escasez alimentaria que conllevan una mayor debilidad para hacer frente a las enfermedades. Por todo ello, el cambio climático presenta un reto de seguridad global sin precedentes, por lo que es urgente una respuesta coordinada social y una unidad total por parte de las instituciones a todos los niveles.
Considera que «la crisis del Covid-19 está poniendo en tela de juicio nuestros estándares sociales». ¿Por qué un comportamiento orientado al consumo no es posible?
No es viable desde el momento en que todo nuestro modelo de producción depende en última instancia de los combustibles fósiles, y eso es sinónimo de fragilidad Es como si hubiéramos construido un castillo de naipes gigantesco, que se vendría abajo simplemente con retirarlos. Durante décadas, hemos creado una sociedad consumista que depende directamente de la explotación de recursos naturales mediante la energía proveniente de la quema de dichos combustibles, a costa de la salud de nuestro planeta. En primer lugar, hay que tener en cuenta que los combustibles fósiles son limitados y se encuentran en manos de muy pocos; y, en segundo, su uso continuo está teniendo un impacto sin precedentes en la historia del planeta: la alteración del clima, lo que presenta graves dilemas morales con respecto a las futuras generaciones y al resto de especies que cohabitan la Tierra. Necesitamos hacer una reflexión profunda sobre nuestro modelo de consumo, empezando por asumir que una retirada gradual de los combustibles fósiles es necesaria, y que sólo deberíamos comercializar aquellos productos que puedan ser reutilizados, reparados o reciclados de manera eficiente.
Está trabajando en la International Permaculture Community (IPC), una ecoaldea formada por personas de distintas partes del mundo con el objetivo de «crear una comunidad lo más autosuficiente posible». ¿En qué consiste exactamente el proyecto?
La idea consiste en la creación de una comunidad en la que desarrollar un modelo viable de existencia sostenible y autosuficiente. El objetivo del proyecto es satisfacer las necesidades de los miembros de dicha comunidad a través de la permacultura, un enfoque holístico que trata de integrar el conocimiento sobre la naturaleza para sacar el máximo partido a los recursos del área en cuestión, manteniendo siempre un balance entre producción y conservación. La comunidad busca alcanzar una sostenibilidad económica a través de microcomercios, que ofrecen un producto o un servicio a miembros de la comunidad o del resto de la isla. Estos incluyen iniciativas como la venta de jabón ecológico, hortalizas o utensilios de madera tallada. No obstante, dentro de la comunidad se promueven acuerdos que no conlleven un intercambio monetario.
Hemos estado trabajando en la reconstrucción de la vivienda principal, hemos construido varias camas para cultivar más variedades y hemos plantado más de 40 árboles para comenzar el primer bosque de frutales de la comunidad. ¡Hasta hemos construido una piscina que recoge el agua de lluvia del tejado!
¿Puede darnos esta filosofía de vida una mayor capacidad para recuperarnos frente a la adversidad?
La permacultura es un método que promueve el desarrollo de la resiliencia del sistema en cuestión. Implementar los principios de la permacultura en una finca agrícola, le proporciona mayor capacidad para recuperarse después de un impacto y volver a su estado anterior. Pongamos un ejemplo sencillo: en un monocultivo de plátano, una plaga afín podría acabar con toda la producción en cuestión de días. Por el contrario, en un sistema de permacultura en el que se prioriza la diversidad de cultivos, es más difícil que la plaga sea capaz de afectar a los plátanos, a las piñas y a las berenjenas por igual.
¿Es posible extrapolarla a los entornos urbanos?
Por supuesto. La permacultura más que una filosofía es un método que puede aplicarse a cualquier área. Hoy en día, la mayor parte de la población mundial habita en entornos urbanos, y se espera que esta tendencia se intensifique. Por ello, es crucial que se integren métodos de planificación sostenibles en el diseño de las ciudades. De hecho, en muchos lugares del mundo ya se está comenzando a ver esta tendencia, a través de la creación de huertos urbanos, jardines verticales y paneles de vegetación que son capaces de absorber la contaminación atmosférica.
¿Cómo podemos ser ciudadanos más responsables?
Existen infinidad de hábitos que pueden ayudarnos a ser agentes de cambio positivo. Más allá de reciclar o de llevarnos una bolsa de tela a hacer la compra, es crucial que comprendamos que, a través de un consumo responsable, podemos tener un impacto mucho mayor en nuestro entorno. Nuestras decisiones a la hora de comprar o no un producto pueden influir en la compañía que lo produce. Para ello, deberíamos priorizar aquellos productos de origen local, orgánico y que minimicen el uso de plástico. Además, hoy en día existen muchos productos elaborados con aceites vegetales, como de soja o palma, que conllevan un impacto medioambiental dramático en los países que los producen. Otros hábitos, como priorizar una dieta basada en productos de origen vegetal, también minimiza nuestra huella de carbono. Por último, también es clave que exijamos a los diferentes partidos políticos una agenda ecológica clara, independientemente de su afinidad ideológica.
«Uno de los secretos de una vida feliz es centrarse en lo que uno puede hacer, no en lo que no se puede», confiesa. ¿Cree en cierto modo, como entona La habitación roja, que “la vida moderna es nuestra condena”?
No necesariamente. A pesar de los grandes retos a los que nos enfrentamos, vivimos tiempos realmente emocionantes. El avance de la ciencia y de las nuevas tecnologías han creado un paradigma de oportunidades y de acceso al conocimiento impensable hace cien años, y creo que estamos viviendo el nacimiento de una aldea global en la que nuestro nivel de consciencia colectiva está aumentando cada día. Pero, por otro lado, nuestro modelo de consumo también conlleva falta de tiempo de calidad, mayores niveles de estrés, mayor exposición a la polución en áreas urbanas… Y, en especial, un sentimiento colectivo de necesitar más de lo que se tiene a nivel material. Sin embargo, el propio sistema concede cierta libertad al individuo como para que las personas sean capaces de emprender modos de vida alternativos que sean capaces de satisfacer mejor sus necesidades, y además de forma sostenible. Incluso los sistemas democráticos, a pesar de sus limitaciones, permiten a la gente de a pie una capacidad de decidir sobre sus vidas impensable en el pasado. Lo difícil es que como sociedad seamos capaces de comprender que tenemos mucho más poder de decisión sobre nuestras vidas de lo que pensamos; y, sobre todo, de imaginar un proyecto de vida más allá del actual.
Aquí entra en juego la importancia de las familias y las comunidades. ¿Tiene la era del individualismo los días contados?
Ojalá así fuera. Como homo sapiens, somos seres altamente sociales y pocas personas podrían concebir una vida en aislamiento. Sin embargo, hoy en día nuestra manera de socializar ha cambiado. El desarrollo de las nuevas tecnologías y la popularización de las redes sociales ha fomentado que, como individuos, estemos continuamente expuestos a una interacción telemática con nuestros semejantes, pero estas relaciones tienden a ser más superficiales y tienden a aislarnos. Hoy en día muchas personas en España conocerían mejor a un artista norteamericano al que nunca han visto en persona, que a su propio vecino. El sentimiento de comunidad lleva años diluyéndose en los núcleos urbanos de mayor tamaño, y es imprescindible que seamos capaces de recuperarlo para promover iniciativas sostenibles, ya que suelen requerir de la cooperación de distintos individuos. Por otro lado, las nuevas formas de socialización presentan grandes oportunidades, como la velocidad en las que un mensaje puede llegar a la otra punta del mundo, y, sobre todo, el rango de dicho mensaje. Esto favorece un intercambio de ideas mucho más eficiente, lo que está ayudando de muchas formas a promover enfoques más sostenibles.
La sostenibilidad queda suspendida en el limbo que hay entre el dicho y el hecho. ¿Está el coronavirus enseñándonos algo al respecto?
Considero que la crisis del coronavirus nos está enseñando una lección clave de cara al futuro: no es lo mismo hablar de crisis, sanitaria en este caso, que vivir una. Desde el origen de nuestra especie, nuestras sociedades han experimentado infinidad de crisis diferentes, desde hambrunas a epidemias que se han cobrado miles de vidas humanas a lo largo de la historia. Pero con la invención de la vacuna y el avance de la medicina, las crisis sanitarias se han reducido de manera considerable, hasta el punto en el que desde hace décadas no presentan un problema significativo para las naciones occidentales. Sin embargo, esta crisis ha desafiado nuestra capacidad de respuesta como sociedad y ha puesto de manifiesto un punto crucial: los gobiernos han mostrado cierta capacidad de respuesta, pero no de planificación. Y una buena planificación es imprescindible para responder a cualquier crisis y minimizar su impacto. La crisis climática representa una amenaza sanitaria global, por lo que es extremadamente urgente que entendamos que es necesario tomar medidas ahora para minimizar su impacto, ya que puede llegar a ser devastador. A pesar de ello, me considero optimista al respecto, ya que también hay motivos para serlo. Desde el inicio de la crisis, multitud de personas están demostrando diariamente su solidaridad y compromiso con la sociedad, y especialmente todo el personal sanitario que está haciendo frente a esta batalla desde la primera línea. Sin embargo, considero que es muy duro e injusto dejar toda esa responsabilidad en sus manos, con lo que eso implica.
Entonces, ¿puede ser la crisis económica que se espera con la pandemia una oportunidad para emprender la transición energética o se convertirá en la excusa perfecta para dejarla atrás?
Crisis suele ser sinónimo de oportunidad, y la transición energética debe ser algo innegociable hoy en día, teniendo en cuenta las circunstancias de nuestro planeta. Además, se ha estimado que el sector de las energías renovables tiene capacidad para crear miles de empleos. Por lo que ahora más que nunca, es imprescindible que el gobierno mantenga el rumbo hacia un futuro libre de combustibles fósiles, a pesar de las dificultades de inversión que la crisis económica va a plantear. Refugiarse en la crisis económica como excusa y seguir posponiendo dicha transición sería un error de dimensiones mayúsculas.
Desde Greenpeace ya tienen claro que la contaminación por plásticos será uno de los temas de su agenda durante la gestión de la crisis. ¿Hay alternativas que no planteen dudas de higiene y seguridad?
Cada vez surgen más alternativas al uso del plástico como envase. En muchos lugares del mundo se están volviendo a emplear recursos de origen natural para reemplazar al plástico como hojas de plátano como material de empaquetado, fibras de piña y coco como material textil o adobe para la construcción. Reducir drásticamente la producción y el uso del plástico es uno de los retos clave de nuestra era, ya que es un recurso energéticamente muy intensivo y contaminante, esto sin hablar del riesgo sanitario que presentan los microplásticos. Además, la tecnología disponible hoy en día nos está ayudando a diseñar alternativas naturales cada vez de mayor calidad, por lo que romper con la era del plástico es posible.
Una ciudad_Copenhague
Un rincón de su ciudad_El Barrio Húmedo de León
Una comida_Pizza
Un lugar para perderse_La Selva de Irati
Un colega de profesión para salir de cañas_Jaume Badia
Un deporte_El fútbol
Un vicio (confesable)_Viajar
Su mayor defecto_La cabezonería
Su mayor virtud_La empatía
Le gustaría parecerse a_ José Mújica, expresidente de Uruguay
Un grupo musical o cantante_SKa-p
Un medio de transporte_Bicicleta